Centroamérica & Mundo

Graciela Römer: El mundo vive una 'fatiga democrática'

Según la socióloga Graciela Römer, hay un declive de la participación ciudadana por expectativas defraudadas por la “vieja política”.

2024-10-05

Por Gabriela Origlia - Estrategia & Negocios

“Estamos en un momento de transformación geopolítica, el mundo en general atraviesa un proceso de deconstrucción de los paradigmas, de las estructuras e instituciones que tuvimos desde la Segunda Guerra Mundial. Todo eso ha eclosionado, pero este cambio ya lleva más de una década. Estamos, creo, camino a un nuevo orden mundial distinto al que se sostuvo por décadas”. La frase es de Graciela Römer, socióloga y fundadora de Saving Democracy America, organización civil, especializada en el estudio y diagnóstico de los sistemas y procesos democráticos.

En diálogo con Revista E&N, Römer describe que hay un “descrédito” de la democracia que -hasta no hace mucho- era el régimen político al que los ciudadanos consideraban el “más idóneo para lograr una mejor convivencia y calidad de vida”. Eso cambió y ese “descrédito” tiene como eje a los jóvenes que sienten una “defraudación de expectativas”.

El fenómeno va más allá, ya que la experta apunta que abarca dos tiempos históricos: los jóvenes ven falta de futuro y la gente mayor, una falta de continuidad con el pasado.

“La democracia luce incapaz de resolver los problemas cotidianos de la gente, como los de seguridad, educación, vivienda, buenos ingresos y eso deriva en una sociedad que contiene mucha violencia y agresión”, añade y advierte el rol crucial que juegan los nuevos medios de comunicación de la población, en especial las redes sociales.

Enfatiza que el diálogo es un eje de la democracia y que actualmente está reducido al mínimo. “Hay un predominio del individualismo dominado por el placer de encontrarse con uno mismo. En las redes hay una búsqueda de ratificación del propio pensamiento, se exacerba la polarización, se sigue a los que piensan como uno”.

Graciela Römer: El mundo vive una 'fatiga democrática'

Römer está convencida de que estas modificaciones en el panorama son claves para la llegada al poder de figuras outsiders.

Las democracias de baja calidad, que asomaron en gran número a fines del siglo pasado, constituyen uno de los fenómenos políticos distintivos del actual escenario mundial y caracterizan, en especial, en Latinoamérica y Centroamérica.

-¿Hay que acostumbrarse a vivir en crisis?

Estamos en un momento de transformación geopolítica, el mundo en general atraviesa un proceso de deconstrucción de los paradigmas, de las estructuras e instituciones que tuvimos desde la Segunda Guerra Mundial. Todo eso ha eclosionado, pero este cambio ya lleva más de una década. Estamos, creo, camino a un nuevo orden mundial.

-¿Cuáles serán los ejes claves de ese nuevo orden?

Creo que en cada subregión hay ejes diferenciales, pero hay algo que recorre a la generalidad de los países democráticos, de las democracias liberales, y es el descrédito cada vez más evidente en las democracias republicanas. Hay una crisis de los liderazgos de los partidos representativos.

¿Qué dijeron los presidentes centroamericanos en la Asamblea General de la ONU?

Un descrédito respecto de la democracia, que era el régimen político sobre el que la gente manifestaba que se trataba del más idóneo para lograr una mejor convivencia y calidad de vida de su población. Ese descrédito hace epicentro en los jóvenes.

Hay un punto de inflexión en la percepción que es más intenso en la población sub 30 años. Ellos, a pesar de que no pueden comparar con muchos años anteriores, sienten una defraudación de expectativas. Hay también situaciones de trasvasamiento generacional.

La percepción general es que no existe la posibilidad de que la generación que continúa pueda lograr una mejor calidad de vida que la pasada, que era lo que sucedía en décadas anteriores.

-¿Los ciudadanos tienen más expectativas o las democracias más limitaciones para cumplirlas?

Hay manifestaciones que ponen en escena esa enorme frustración, que tiene que ver con la calidad de educación, con la movilidad social ascendente, con las asimetrías.

Hay una cantidad enorme de demandas hacia el sistema democrático que no se pueden resolver. La democracia luce incapaz de resolver los problemas cotidianos de la gente, como los de seguridad, educación, vivienda, buenos ingresos y eso deriva en una sociedad que contiene mucha violencia y agresión.

-¿Cuánto impactan las redes sociales en la transmisión, en la posterior materialización real del enojo?

Mucho y no es desde ahora. La “Primavera Árabe” fue convocada así. Ahora todo se gesta de esta manera...hasta los matrimonios. Hay una digitalización de la conversación pública. La conversación es un eje de la democracia, sin diálogo no hay democracia. Y eso se ha perdido en esta nueva cultura que se está gestando, en la que hay un predominio del individualismo, que llamo ´narcisista´ porque está dominada por el placer de encontrarse con uno mismo.

En las redes sociales hay una búsqueda de ratificación del propio pensamiento, se exacerba la polarización, se sigue a los que piensan como uno.

La población está abierta hoy a un sistema de comunicación más democrático que permite la accesibilidad de cualquiera en cualquier lugar. La contraparte de eso es la posibilidad de comparar cómo se vive en otros lugares.

-Y se compara siempre con países más desarrollados, mejor posicionados...

El mundo cambió, los parámetros cambiaron, y sí, las referencias tienen que ver con los demás que tienen una mejor calidad de vida.

CENTROAMÉRICA NO ES ESCAPA

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-¿Cómo ve a la región en este mapamundi que describe?

Indudablemente, si uno panea sobre la región de Latinoamérica y Centroamérica, una de las cosas que estamos viendo es que no hay buena calidad institucional. Lo que observamos es una pérdida de autonomía, no por la invasión territorial, sino por el crimen organizado.

En todos hay una crisis de democracia, una crisis del pacto de representación. De manera subjetiva, la gente percibe que sus representados rompieron ese pacto, que representan sus propios intereses de casta. Es un nuevo fenómeno.

-Con la democracia, como sistema tal cual lo conocemos, puesto en el banquillo, ¿qué nuevo diseño se puede esperar?

No sabemos cuál es el modelo que puede ser funcional a este nuevo orden. Si nos preguntamos qué representación debería tener, no está claro de qué hablamos; hasta dónde las nuevas técnicas de comunicación impactan; hasta qué punto las democracias se traducen en ciudadanos que van a votar o si habrá una suerte de gran mega sistema de algoritmos que puedan interpretar lo que la gente quiere.

-¿Una democracia de algoritmos?

No sé hacia donde vamos. Hoy la ciencia política y la sociología carecen de marcos conceptuales y teóricos para poder interpretar la realidad, nos manejamos con información parcial.

-Así surgen presidentes como Nayib Bukele, en El Salvador, o Javier Milei, en Argentina...

La gente elige por default, por diferenciación, son argumentos centrales los que eligen. En lo político, este cambio de paradigma sin rumbo da lugar a la polarización.

Y hay que tener en cuenta que una de las maneras en que las democracias logran mayor estabilidad es cuando hay diálogo; cuando en el espacio político se tiende, no a los extremos, sino a la moderación. Hoy los electores optan por polarizaciones extremas y eso es clave para los problemas de gobernabilidad y gobernanzas.

-En un esquema así, ¿los presidentes se vuelven más vulnerables o hay riesgos de que sean más autoritarios?

Creo que el componente autoritario es previo, hay una característica así, ya antes. Cuando se vive en un edificio, en un octavo piso y hay un incendio, no importa cómo es el bombero que llega para salvar. Lo que importa, en determinados momentos de riesgo, es la búsqueda de seguridad. Eso es lo que le pasa a las sociedades o democracias delegativas cuando se cede la legitimidad en la figura de alguien carismático, generalmente con un perfil dominante; es un per saltum para lograr el objetivo de una manera más eficaz transitoriamente.

-¿En Centroamérica cómo ve ese panorama?

No hay un país de Centroamérica que no esté en problemas, el narco y el crimen organizado están cada vez más presentes. Guatemala tiene un gobierno donde gobierna el Tribunal de Justicia, quebrando a todas luces los requisitos constitucionales del país. Hay un caso que me conmueve y es Costa Rica.

Hace 20 años, con Uruguay y Chile, eran los tres países con más alto índice de desarrollo humano de Latinoamérica, pero ha sido elegida como uno de los puntos centrales de tráfico de droga hacia Europa y Estados Unidos. Es clave entender el movimiento narco, todo este fenómeno se extiende en Latinoamérica a partir de que en Colombia empezó a estar más o menos controlado; el narco se va corriendo.

-La ausencia de diálogo, ¿está rompiendo también el tejido social?Ocurre que los jóvenes participan cada vez menos. Lo que ya no importa, a las nuevas generaciones, es el otro. Así, el `otro social` pierde valor

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