Tendencias y Expertos

Desmitificando la innovación

La innovación termina siendo parte importante del despegue de cualquier empresa, pues para existir necesitan aportar valor diferencial en el mercado, que les obliga a innovar y también es el impulso que les permite mantenerse en constante evolución.

2024-09-27

Por Oriana González Villarroel - Impact & ChangeManagement-PIZZOLANTE

Es momento de acabar con los mitos que rodean a la innovación empresarial y la creencia de que el sello de empresa innovadora sólo es apto para las grandes tecnológicas como Apple, Tesla u OpenAI.

Ya se ha demostrado cómo la innovación, aunque tiene la investigación y el desarrollo tecnológico como un aspecto fundamental, realmente se consolida en la medida que unimos equipos altamente cualificados, estructuras organizativas que fomenten el aprendizaje y conexiones con stakeholders –proveedores, gobiernos, academia– que faciliten la aplicación de nuevos conocimientos.

La última versión del Manual de Oslo –guía internacional sobre la medición de la innovación– la concibe desde muchos aspectos que trascienden lo tecnológico. Es decir, ya se entiende que la innovación puede darse a nivel de productos y servicios, procesos, comercial y organizativo, y que además puede medirse por grados de novedad: nuevo para la empresa, nuevo para el mercado y nuevo para el mundo.

Esto significa que si una artesana de la localidad de Santa Rosa de Copán en Honduras comienza a vender sus artículos vía e-commerce, es innovación; y si una empresa textil cambia su materia prima por otra más amigable con el ambiente, también es innovación.

La innovación, sobre todo cuando es incremental-progresiva, está al alcance de todos y con esto tenemos el primer mito derribado: la innovación no es sólo tecnológica, hay muchos tipos y grados de innovación que pueden integrarse en las empresas, desde las más pequeñas hasta las más grandes.

ESTABILIDAD vs. INCERTIDUMBRE

Ahora bien, sea una empresa grande o pequeña, con una innovación progresiva o disruptiva, la innovación siempre viene con una dosis de gestión del cambio y otra de manejo de la incertidumbre ante los posibles riesgos.

Aquí pareciera que entramos en un dilema, como aquel del que hablaba Clayton Christensen en The Innovator’s Dilemma (1997).

¿Por qué? Veamos: si los resultados del estudio “Reputación en Centroamérica 2024: El Valor de la Confianza” reflejan que la primera variable que explica por qué las personas confían en las empresas es por su estabilidad, desde la dimensión del “QUÉ”, ¿cómo esto puede tener coherencia con la innovación, que implica riesgos e incertidumbre?

La realidad es que lo queramos o no, la incertidumbre forma parte irrenunciable de la evolución empresarial por una gran razón: si la sostenibilidad en el largo plazo de una empresa depende de su capacidad de mejorar sus rendimientos económicos, diferenciarse de la competencia y además construir ventajas competitivas para mantener su posición en el mercado, la innovación no es una opción, es una obligación para que las empresas sobrevivan.

Sin embargo, esto no implica que todas las empresas estén obligadas a invertir grandes cantidades de recursos en construir patentes o innovaciones disruptivas; hoy en día existen muchas estrategias de innovación que permiten superar el falso dilema, haciendo posible que las empresas innoven ajustadas a sus capacidades y al riesgo que crean conveniente.

FOCO EN LA REGIÓN

Veamos un caso real en la región: una de las empresas mejor rankeadas en el estudio - Cementos Progreso, en Guatemala- ha desarrollado Progreso X, una aceleradora corporativa que a través de su programa Exponential Changemarkers Program (ECM) busca crear y hacer realidad ideas disruptivas enfocadas en aportar soluciones al déficit de vivienda, mientras se posicionan como un dinamizador del ecosistema emprendedor en el mundo.

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Esta es una de las muchas fórmulas que permiten maximizar el uso de los recursos corporativos e impulsar la innovación colaborativa entre grandes empresas con startups y/o pymes que, de manera conjunta, logran conseguir resultados de largo alcance o, en el peor de los casos, minimizar las pérdidas.

Algo fundamental que debe entenderse es que la innovación, en la mayoría de los casos, falla. Un maravilloso ejemplo de esto lo conseguimos en la historia de SpaceX, relatada en el documental de Netflix, Return to Space. Allí evidencian que, para que la empresa haya tenido éxito, invirtieron mucho dinero a fallar, porque después de cada error (y repito: muy costosos errores) lograban aprender de ellos para no repetirlos.

Otra demostración de que la innovación disruptiva, al ser altamente costosa, requiere de alianzas con instituciones y marcos regulatorios efectivos se ve reflejado en el más reciente lanzamiento de DataTrust, en El Salvador.

Esta iniciativa dota a empresas, gobiernos y ciudadanos de valiosa información comercial. Segundo mito derribado: el grado de innovación deseado puede adecuarse según el riesgo que las empresas estén dispuestas a correr, y ese riesgo puede verse mitigado en colaboración con otros.

Todo esto nos indica que el proceso de innovar no es sencillo, ni se da de manera fortuita.

No podemos esperar que, por dedicar una parte del presupuesto a la innovación, esta desarrollará soluciones mágicas a los más complejos problemas que pueda atravesar una empresa.

Es el resultado de esfuerzos intencionados y guiados por un propósito claro, que surge desde las personas y los ecosistemas que construyen. Las actividades innovadoras dependen de la disposición de información y tecnologías, pero también de la capacidad que tienen los equipos de generar vínculos interna y externamente, sobre todo en un mundo y una economía tan conectados.

Aunque la economía del conocimiento nos brinde oportunidades para aprovechar todo tipo de recursos y llevarlos a sus índices de productividad más altos (como se está logrando con IA, cada vez más sofisticada) también nos da el reto de que los pequeños y medianos actores, o las regiones en vías de desarrollo, como América Latina, no queden relegadas.

Disminuir esa brecha dependerá en gran medida de la calidad de la educación, el avance hacia metodologías más ágiles de trabajo y los esfuerzos que se hagan para lograr ese up-skilling que las empresas necesitan cada vez con mayor urgencia.

Tercer mito desmontado: la innovación debe venir desde dentro de las empresas para que los equipos sean el motor de la adopción de buenas prácticas y de una cultura laboral flexible al cambio. La innovación termina siendo parte importante del despegue de cualquier empresa, pues para existir necesitan aportar valor diferencial en el mercado, que les obliga a innovar y también es el impulso que les permite mantenerse en constante evolución.

La clave está en cómo conseguir que esa capacidad de innovar forme parte del ADN de los equipos, responda al propósito que como empresas tenemos y construya confianza con nuestros stakeholders de manera continua.

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