Centroamérica & Mundo

¿Cuáles son los beneficios de cerrar la brecha de género en Centroamérica?

Aunque las mujeres tienden a vivir más años, padecen también más años de mala salud, y alrededor del 60 % de sus años de salud afectados se localizan entre los 20 y los 60 años.

2024-10-04

Por Marina Cigarini - columnista invitada E&N

La brecha de género en salarios es y seguirá siendo un indicador importante del avance de la igualdad de género a escala mundial. Sin embargo, la brecha de género en la salud no parece recibir el mismo tipo de atención y cobertura mediática, a pesar de que sus implicaciones también tienen un impacto directo en el bienestar de las mujeres y en el desarrollo económico de la región.

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), una de cada tres mujeres en América Latina no tiene acceso seguridad sanitaria o social. La disparidad tiene distintas causas, empezando por la noción errónea de que las mujeres son como los hombres, pero con menores dimensiones, un concepto que ha guiado con demasiada frecuencia las prácticas sanitarias, siendo la fisiología masculina la norma para la investigación y el tratamiento médicos.

A lo largo de la historia, las pruebas con animales y los ensayos clínicos han utilizado predominantemente sujetos masculinos, olvidando explorar o documentar las diferencias entre sexos más allá de las funciones reproductivas.

Mujeres centroamericanas en lo alto de las Juntas Directivas

Este descuido ignora variaciones significativas en cómo se manifiestan las enfermedades, su prevalencia y la eficacia de los tratamientos entre sexos. Estas diferencias son cruciales. Los padecimientos pueden presentar síntomas distintos o deberse a causas diferentes en las mujeres que en los hombres.

Además, las mujeres tienen más probabilidades de padecer determinadas enfermedades. La eficacia de los medicamentos y dispositivos médicos también puede variar, y los tratamientos de afecciones como la artritis reumatoide y el asma resultan menos eficaces en las mujeres.

Aunque las mujeres tienden a vivir más años, padecen también más años de mala salud, y alrededor del 60 % de sus años de salud afectados se localizan entre los 20 y los 60 años, un periodo privilegiado para la participación laboral.

Las disparidades se extienden también al acceso a servicios de salud. Por ejemplo, en el tratamiento de las arritmias, los hombres tienen tres veces más probabilidades que las mujeres de recibir terapia de resincronización cardiaca. La concienciación sobre estas disparidades ha sido limitada y aún no reside en la conciencia general.

Las implicaciones de la brecha de salud se extienden más allá del bienestar individual, afectando también a los resultados económicos.

El Foro Económico Mundial y el McKinsey Health Institute (MHI) informan de que la reducción de la disparidad de salud entre hombres y mujeres podría aumentar potencialmente el PIB mundial en al menos 1 billón de dólares anuales para 2040 en todo el mundo, y 3.6 mil millones de dólares en Centroamérica, considerando Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y República Dominicana.

Este impulso provendría de una mayor participación en la fuerza laboral, la reducción de las horas perdidas y el aumento de la productividad. Para hacer realidad este potencial, la sociedad y sus dirigentes deben aplicar medidas en tres ámbitos fundamentales.

Investigación y recolección de datos

Los conjuntos de datos actuales a menudo no abordan adecuadamente las necesidades específicas de las mujeres, ni siquiera las incluyen. Una revisión de más de 650 estudios realizada por el MHI reveló que sólo la mitad de estos estudios diferenciaban sus resultados por sexo.

Dentro de este subconjunto, los resultados eran normalmente menos favorables para las mujeres en casi dos tercios de los casos, en comparación con solo el 10 % para los hombres. Esta brecha de datos puede llevar a un reconocimiento insuficiente de los problemas de salud a los que se enfrentan las mujeres, lo que repercute en la calidad de la atención que reciben y en la asignación de recursos en salud.

Por tanto, es esencial mejorar la recopilación, el análisis y la difusión de datos centrados en las mujeres. Si no se plantean y responden preguntas críticas -como las razones por las que las mujeres sufren más dolor crónico o su mayor tasa de mortalidad tras un infarto de miocardio-, no se podrá abordar eficazmente la disparidad sanitaria.

Acceso a servicios de salud

A pesar de la intención de los profesionales de la salud de prestar una atención óptima a todos los pacientes, existen disparidades en el tratamiento de afecciones como las cardiopatías y el tratamiento del dolor, y las mujeres suelen recibir una atención inferior a la de los hombres, lo que se traduce en peores resultados en general.

Por ejemplo, el McKinsey Health Institute observó en Estados Unidos que las enfermedades que afectan predominantemente a las mujeres suelen ir acompañadas de mayores exigencias de copago. Aunque estas discrepancias pueden no ser deliberadas, repercuten significativamente en la equidad de salud.

Estas diferencias en atención contribuyen con un tercio de la brecha de salud mundial que afecta a las mujeres. Las soluciones deben ser adaptables, teniendo en cuenta las distintas capacidades de los países para aplicarlas. No obstante, es probable que la mejora de la atención a las mujeres, por ejemplo, mediante el desarrollo de protocolos de detección y tratamiento específicos para cada sexo, mejore los resultados de salud y la calidad de los servicios en todo el mundo.

Financiamiento e inversión

Aunque se ha avanzado en la inclusión de las mujeres en la investigación y los ensayos clínicos, la inversión en la salud de las mujeres sigue siendo desproporcionadamente baja. Entre 2009 y 2020, solo el 5.9 % de las subvenciones en Canadá y el Reino Unido se centraron en resultados específicos de las mujeres o en cuestiones de salud femenina.

En América del Norte, los padecimientos que afectan más a las mujeres, como las migrañas, reciben menos financiamiento del que se justifica por su impacto en la calidad de vida. Además, el financiamiento existente a menudo pasa por alto cómo las afecciones pueden presentarse de manera diferente en mujeres y hombres, lo que lleva a peores resultados de salud para las mujeres.

Para reducir la brecha sanitaria, es necesario aumentar las inversiones en investigación que exploren las diferencias de género y las condiciones exclusivas de las mujeres, abordando las necesidades de salud no cubiertas de las mujeres.

Teniendo en cuenta que aproximadamente el 95 % de la carga que suponen los problemas de salud de las mujeres afecta también a los hombres, reducir esta brecha de salud no es una cuestión exclusiva de ellas, sino una preocupación que beneficia a todos, con el potencial de impulsar el desarrollo inclusivo y sostenible de la economía de la región y mejorar significativamente el bienestar de su población

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